Siempre hemos oído decir a nuestros padres que el esfuerzo y el estudio nos asegurarían un porvenir. Pero el caso es que todo indica que ya no basta con esperar que un título o una carrera nos solucionen el futuro así de un plumazo. Y sino, que se lo digan a todos los jóvenes que se encuentran en paro, o pasando de un trabajo precario a otro, o que tienen que irse fuera, o a ese tercio de la juventud a la que este sistema llama hipócritamente “sobrecualificados” para esconder su incapacidad de garantizarles un trabajo digno que se corresponda con su categoría profesional.
A este sistema -a sus instituciones y partidos- no le interesa que la juventud pensemos demasiado en todo esto, quiere hacernos creer libres por permitirnos elegir comprar un tipo u otro de ropa y «vivir la vida» por un rato sin pensar en el ayer ni en el mañana. Nos prefieren ingenuos, ignorantes, sumidos en la despreocupación, ocupados consumiendo, obsesionados o acomplejados con las modas superficiales del momento para así hacer pasar inadvertidas las injusticias que hoy se dan -de forma más o menos encubierta- ¿Cuándo? Ahora, están pasando ahora.
9 millones de personas en la pobreza, más de 4 millones de personas desempleadas, cientos de familias cuya vivienda se la ha quedado (robado) el banco. No son sólo estadísticas, esas personas viven en nuestros barrios, son nuestras familias y amigos. Los planes europeos encarecen los costes de la educación superior y empeoran su calidad, mientras destruyen derechos laborales.
¿4 de cada 10 jóvenes están sin empleo?, bueno…ya cambiará la cosa… ¿que al empezar a trabajar las primeras palabras que conocemos son la de contrato temporal y bajos salarios? Pues… qué remedio….
¿Que la edad de emancipación sube hasta los 30 años? Pues a rezar para que no me toque a mi…
Éstas son realidades que están ahí, que este sistema nos ha colocado y que nos afectan a la juventud.
¿Vamos a seguir mirando para otro lado?
Se nos dice que « esto es lo que hay», nos han enseñado a saber resignarnos como lo hicieron con nuestros padres y a asumir las cosas tal y como vienen. ¿Esto es lo que entienden por jóvenes europeos «modernos y emprendedores»? Pues con nosotros que no cuenten. Que se metan sus planes de ajuste donde les quepan. No tenemos porque pagar sus crisis.
Nos negamos a pasar a la historia con uno de esas elocuentes etiquetas como la generación del botellón o la generación ni-ni. Somos los que usamos las redes sociales para publicitar las movilizaciones, los que tenemos en Palestina un ejemplo de resistencia y no un complemento para conjuntar, los que conocemos al Che por sus ideas revolucionarias y no por un emoticono del messenger.
Preferimos seguir el camino de los miles de jóvenes que en Francia, Grecia o Reino Unido se han puesto al lado de los trabajadores y han salido a la calle a defender su futuro. Nos importa poco que esto de luchar no “esté de moda”. Ellos y nosotros pondremos de moda las banderas rojas del progreso y el cambio social otra vez, frente a las azules de la Unión Europea que nunca dejaron de representar los beneficios empresariales por encima de todo lo demás.
Para ello no podemos conformarnos con mantener nuestras ideas encerradas en nosotros mismos. Para que esas ideas sean realmente útiles hemos de ponerlas en práctica y convertirlas en actividad. Esto sólo es posible sumando conciencias pero también energías para que nuestras ideas ganen fuerza. Sólo así, demostraremos que la juventud somos una fuerza capaz de poner nuestra vitalidad y creatividad al servicio de la transformación social. Porque sólo con la lucha es posible construir la sociedad que queremos: sin explotados y explotadores, una sociedad de justicia, de realización individual y colectiva. Si no oponemos esta fuerza seguiremos dando pasos hacia atrás.
A quienes nos traten de utópicos, les preguntaremos a donde nos ha llevado la quietud, la resignación, el inmovilismo, durante los últimos 30 años. Aprendamos de este pasado para cambiar el futuro. Los derechos se conquistan luchando.
¿A qué esperas para poner tu pieza?