El 14 de Abril del 1931 nació la II República, fecha que supondría el inicio de uno de los periodos más extraordinarios y dramáticos de la historia del Estado Español.
Se tiene que entender en cuenta siempre que hasta el cambio más grande y dramático como la caída de un monarca es tan solo un mero reflejo de la redistribución de poder entre unas clases de intereses antagónicos.
Por eso, la II República se tiene que entender como el proyecto liderado por y a favor del proletariado, los intelectuales, el campesinado, la pequeña burguesía y la burguesía progresista cuyo contenido era afrontar los grandes proyectos democratizadores que, históricamente, deben realizar dichas clases sociales. Estas tareas eran la profundización de las reformas democrático-burguesas como el derecho de autodeterminación, la alfabetización y la reforma agraria. Este proyecto encontró su oposición en unos, cada vez más desplazados, sectores reaccionarios: los grandes terratenientes, la fracción reaccionaria de la burguesía industrial y la iglesia.
El proletariado debía respetar y apoyar este proceso histórico en tanto etapa progresista siempre en perspectiva que su tarea histórica era construir el socialismo y el comunismo. Solo teniendo en cuenta esto, se puede entender el importante papel que tuvo en este proceso, tanto en la formación del Frente Popular como en la heroica defensa antifascista, el PCE como los JSU de los cuales, con cada día de lucha, los Colectivos de Jóvenes Comunistas intentamos merecer el hecho de proclamarnos sus herederos.
El proyecto de la II República, con todas las esperanzas que las fuerzas populares tenían en ella, finalizó con la imposición de las hordas fascistas. Tras la larga noche franquista, la oligarquía encontró una salida para perpetuar sus privilegios en la llamada “Transición”. Los CJC no podemos entenderla de otra manera que como un fracaso de las clases populares, una reconfiguración formal de la misma burguesía que hundió la cara en el barro a los pueblos de España durante tantos años.
Los CJC entendemos los procesos de Túnez o Egipto como una manifestación de la lucha de clases, único motor de la historia. Los dictadores y sus estructuras políticas corruptas, todos los Mubaraks, todos los Ben Alis y todos sus lacayos tan solo son la manifestación política de las clases sociales parásitas efectivamente en el poder. Las masas populares ávidas de libertad no se pueden conformar con la caída de un Mubarak si se mantiene la estructura que regenta, si se mantiene el mismo bloque hegemónico de poder, aún si consiguen normalizar el cambio de títere con una periodicidad razonable. Si no van más allá, el noble pueblo de Egipto seguirá encadenado a su oligarquía parásita y al pérfido titiritero que, en última instancia, ha sido el mayor responsable de que las masas se hayan lanzado a la calle presas de la desesperación y el hambre aún a riesgo de su vida. Ese titiritero es el imperialismo. Por eso los pueblos de todo el mundo que sufren el imperialismo, deben luchar hasta el final, hasta la completa autonomía política y económica al servicio del pueblo y las clases populares.
Si bien la lucha de clases es el motor de la historia, son los hombres concretos quienes llenan esta lucha, que con su tenacidad y valentía, sus problemas, sus miedos y esperanzas, tienen la audacia de organizarse y movilizarse, de confrontar el poder establecido hasta cuando pesa la amenaza de la más brutal represión o cuando ésta cae sobre sus cabezas. Entre estas masas hay destacar el papel dispuesto y vigoroso de la juventud; es imposible imaginar un proceso histórico, una revolución verdadera si los jóvenes no juegan un papel preponderante.
Hoy la juventud del Estado Español nos hayamos en una situación penosa. En el marco del sistema monárquico-capitalista heredero del franquismo, la burguesía tan solo da a la juventud falsas esperanzas y alienación mientras impone privatizaciones en el sistema educativo, precariedad laboral, represión y un altísimo índice de paro.
En el sistema de explotación en el que vivimos, los jóvenes no tienen ningún futuro… a no ser que luchen.
Por eso, los CJC hacemos un llamamiento a la juventud trabajadora del Estado Español a luchar por sus intereses, como lo hicieron antaño los JSU como lo hacen hoy los jóvenes tunecinos y egipcios. La lucha de clases nunca cesa, se vela, se oculta, hace su trabajo en la profundidad (como un viejo topo decía Marx) pero siempre acaba por emerger, despuntando con una vaga general o con una imponente movilización, cada día más necesaria dadas las brutales condiciones en la que nos sitúa las agresiones de la burguesía. Al salir a la calle nos damos cuenta de cuantos somos, jóvenes y trabajadores luchando por nuestros intereses.
Ante los factores que determinan la historia, uno no puede encontrar la excusa para evitar tener un papel activo en ella. Los CJC, como juventud del PCPE, intentamos estar en las principales luchas juveniles que se dan en el Estado Español allá donde se den, con las posiciones más avanzadas y las más consecuentes, cultivando valores de combate como la solidaridad, el sacrificio y la honradez.
Los CJC hacemos una invitación a la juventud más consciente y luchadora a formar parte de nuestro proyecto.
Los CJC, aún con todas las agresiones hacia la clase obrera promovidas por el capital y sobretodo con motivo de esas mismas agresiones, creemos que sí hay una solución para las injusticias y los crecientes problemas sociales que se dan inevitablemente en el seno del capitalismo. Esta salida es la audaz construcción del socialismo. Los CJC, junto con el PCPE, tenemos un proyecto que es la edificación de una III República Socialista, concretamente una República Socialista de carácter Confederal.
Por la emancipación completa de la clase trabajadora y la humanidad, los comunistas luchamos y seguiremos luchando.
VIVA LA PROCLAMACIÓN DE LA II REPÚBLICA
POR UNA III REPÚBLICA SOCIALISTA DE CARÁCTER CONFEDERAL